Soy de un pueblo al norte de Andalucía. Como todos los pueblos, tiene sus fiestas, sus romerías, y sus correspondientes pregones. Sin embargo, llevamos un año y medio que los festejos tienen que hacerse de otra manera: con distancia de seguridad, aforo limitado y sin abrazos.
La romería del pueblo suele ser cada año en febrero, y este 2021 encargaron el pregón de esta fiesta sin festejo a un amigo de la familia. De entre todas las ideas que tenía para realizar su pregón, se le ocurrió que quería proyectar un video en el que agradecer a todas las personas que le estaban ayudando de alguna manera con la preparación. Y así fue como mi padre, aprendiz de piloto de drones, y yo, aprendiz de directora de cine, nos vimos envueltos a finales de diciembre de 2020 en un proyecto inesperado.
La idea inicial era realizar un video sencillo donde ir plasmando los nombres de las personas homenajeadas. Pero teníamos tiempo y un dron con cámara; era como tener un globo de agua en las manos y no lanzarselo a alguien.
Decidimos tomar varios planos del camino que conecta el pueblo con la ermita donde se celebra la romería. Además, me puse el reto de que esta pieza contara algo por sí sola, que estuviera relacionada con el pregonero y su pregón de una forma más narrativa. En su discurso habla sobre su vida, sobre el camino que ha recorrido hasta llegar a este momento, y sobre las personas que le han acompañado. Lo que finalmente hicimos fue reflejar ese camino, las idas y venidas entre el pueblo y la ermita, los parones, esperas y avances que cualquier caminante se encuentra en su andadura.
El 27 de diciembre nos levantamos tempranito, y grabamos todo lo necesario durante la mañana. Debido a restricciones, olas y confinamientos, esta pieza no vio la luz hasta mayo, que fue cuando por fin el pregonero pudo enviar su mensaje.
Porque al final, como en cualquier camino, los desvíos y las esperas aparecen; lo importante es no dejar de caminar.
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